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jueves, 23 de septiembre de 2010

Noche de soledad

¡Que frío!
Siempre pasando frío.
¿Será mi sino?
Las etílicas risas han mutado en frío y cansancio.
¿Qué es lo que recuerdo?
Una semana, una durísima semana de maniobras.
Aún me duelen los pies de aquella noche que nos desorientamos, pero esa es otra historia.
Siempre que la compañía sale a dar “barrigazos” acabamos la semana con una gran fiesta en el pueblo más cercano. Ésta fue de “órdago”.
Entre copa y copa a alguien se le escapó lo de “la noche de soledad”:
Es parte del “endurecimiento”; Te sueltan en medio de la nada, registran tus bolsillos, sólo puedes llevar la ropa y las botas, ni cerillas, ni brújula, ni cuchillo, ni tan siquiera una navaja, teniendo que regresar tú solito al campamento, a kilómetros de distancia, solo, perdido en el bosque, perdido en la noche.
Gracias a aquella indiscreción oculte en mi bota un cuchillo y unas cerillas.
Íbamos en el camión, completamente borrachos, cantando de vuelta al campamento tras la juerga del pueblo.
Aquel particular autobús se paró de repente, en la nada.
Fuera y dentro de la lona la oscuridad era total, nuestra adiestrada visión penetraba vagamente las penumbras nocturnas.
Uno de los suboficiales abrió la lona desde fuera y gritó -¡tú, baja! Y el compañero al que señaló, saltó del camión de inmediato.
Transcurridos unos minutos el camión arrancó de repente, y volvió a detenerse unos kilómetros más adelante, repitiéndose de nuevo la escena, hasta que me señaló a mí.
Ahora estaba allí solo, recogiendo los pedazos de mi conciencia, despedazada por el shock del desconcierto y disuelta en alcohol.
“Jo que frío. ¡Maldita sea!”. No se veía un carajo. Las nubes se habían zampado la escasa luna menguante.
Me arrodillé y palpé en derredor.
Sí. Era asfalto. Aún no me había salido de la carretera.
Comencé a andar intentando ir en línea recta, de este modo llegaría a algún sitio.
Lo peor que podría ocurrirme, era que caminara en círculos. Me equivoqué.
¡Aaaah! ¡Leches!
¡Pero si no había cuneta!
Me he caído desde casi dos metros altura. ¡Dios! ¡Para haberme matado!
“Espabila, Beni, hasta que despejen las nubes, manos delante y pies arrastrando”.
Así no avanzaba prácticamente nada, “¡Bah! ¡Que más da! Si no veo ni a donde me dirijo”.
¡Por fin, arriba asoma el brillo de la plata!
Hay formas al fondo, es visible el suelo, podré regresar.
No tengo síntomas de embriaguez, el frío y el miedo los han disipado.
Lo oigo todo, el viento en los arboles, mis pisadas, el roce del uniforme en la maleza, mi respiración… mis latidos.
Ahora camino más tranquilo, comenzaré a orientarme.
La primera regla de la orientación es fijar la vista en un punto visible y lo más remoto posible.
Al frente, a lo lejos, hay un monte con una cota muy elevada. Eso servirá.
Oigo un gruñido, es un perro, pero no alcanzo a verlo.
Debo tener cuidado, los perros abandonados son extremadamente peligrosos, puesto que unen su odio visceral hacia aquel que los despreció, junto a su conocimiento.
“¡Dios, está ahí” Empuño el cuchillo haciéndole frente, intentando ocultar el pánico que me embarga.
El can es enorme, pardo y peludo como un lobo, sus ojos son centellas plagadas de odio, y sus fauces abiertas quieren despedazarme.
De repente la bestia lanza un gemido, mete el rabo entre las piernas y sale despavorida.
“Soy tremendo, doy miedo al miedo”.
Me vuelvo y…
Casi me desmayo.
Tras de mi una figura de mas de dos metros de altura, me mira alzando un brazo.
-Ayúdame.
Balbucea lastimero.
-Me caí al río.
¡Por Dios! Si es uno de mis compañeros.
Voy de inmediato a ayudarle.
-¡Cielo santo! Estas helado.
Le abrazo más fuerte, estrechando pecho con pecho, dándole firmes palmadas en la espalda.
-Te estoy empapando. (Me dijo esbozando una sonrisa, casi una mueca quebrada por el frío)
-¿Parece que cobraste aliento? (Le pregunte más sereno)
-Un poco. Hay que buscar refugio y esperar el alba. Sólo así veremos el camino.
-Tengo cerillas.
-¿Si? (gritó esperanzado)
-Encenderé fuego y entraras en calor.
-Tiene que haber alguna cueva, una casilla…
-También podríamos hacer una cubierta con unas ramas, el caso es resguardarse del viento.
En ese instante mi amigo dio un grito de alegría.
-¡Ahí hay una Techumbre, vamos!
Era poco más que un chozo de pastores.
Había leña, y estaba seca, pero… Eran troncos gruesos que no podían encenderse con una simple cerilla.
Desenfundé el cuchillo, un puñal de bota muy afilado, ligero, de aleación de aluminio ideal para el combate, lamentablemente su escaso peso le hacían inútil como hachuela.
Intente clavarlo, hacer virutas, pero la aleación era frágil y podría partirse si lo forzaba.
¡Agh! Grité impotente. Veía a mi hermano de armas tiritando desesperado, en posición fetal abrazándose las rodillas, temblaba tanto que creí que se rompía el espinazo. Tenía que encender fuego como fuera.
En un rincón encontré unos cartones, que cubrían un pequeño bidón de aceite de motor usado, de el que utilizan para las cadenas de las motosierras.
Humedecí los leños más delgados con aceite y prendí el cartón que puse debajo.
Mi amigo al ver la luz de la llama se arrastró hacia ella, metió la mano en las primeras llamas, y gritó de dolor.
-¡Aaaaay!
-¿Te has quemado?
-No. Es la circulación, estoy reaccionando y duele.
Apenas estuve seguro de que la hoguera prosperaría, ayudé a mi aterido amigo a despojarse de su ropa empapada.
Él seguía estremeciéndose frente al fuego, cubierto con mi chaquetón mientras yo secaba su ropa. Al ponérsela de nuevo observé que su piel estaba lívida aún.
-Está a punto de amanecer, y hemos entrado en calor (dije yo más animado)
-Debemos irnos antes de que aparezca alguien pidiendo explicaciones.
Salimos del chozo siguiendo el sendero que llevaba hasta él, y llegamos a la carretera.
Habíamos recorrido apenas 100 metros cuando vimos un coche, éste paró y el conductor nos miro extrañados al ver nuestro aspecto.
Le preguntamos por nuestro campamento, y nos dijo que le cogía de camino, le pedimos que nos dejara uno o dos kilómetros antes.
Nos dejó un par de curvas antes de llegar.
-Debemos separarnos, no deben vernos llegar juntos.
-Lorenzo, esto es trampa.
-Después de lo que hemos pasado ¿Tú crees?

2 comentarios:

Ani Sueñosdecristal dijo...

Tú y tus entradas,me encantaaan :D

Beni dijo...

Muchas gracias por visitarme Ani.
Dan mucho aliento comentarios como el tuyo amiga mía.
Más en esta época de cambios en mi vida. Cambios duros que se estan transmitiendo inevitablemente en mi blog.

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