Vértigo

A veces siento que el mundo se mueve más rápido que yo.
A veces siento que de un momento a otro saldré despedido, que no podré controlar lo vertiginoso de los acontecimientos, que éstos me superarán, que quedaré obsoleto  como una señal en la carretera rebasada a gran velocidad y que no tuvo más sentido que el que le otorgó el instante aquel.
Deseo congelar el instante, tomarle ventaja al frenesí que me rodea y me empuja en agotador galope tendido.
Siempre fui un corredor de fondo, despacio sin pausa, pero los kilómetros pesan, ya no hay resuello, las pendientes se agudizan, los obstáculos surgen y limitan al tiempo.
Nuevamente me incorporo a la carrera, más cansado, más lento.
Ante mi vista flashes se suceden, no puedo percibir, no capto, no veo, apenas siento.
¿Cómo discernir un fotograma de otro en la película de la vida?
La mente gira cual brújula buscando el Norte.
¡Sí! ¡Eso es! Tengo un Norte, fijando la vista en él mantendré el vértigo a raya.
No importa la velocidad, no importa el cansancio.
No seré expulsado de este centro de gravedad.
Me aferraré al punto referente.
No necesito cambiar el mundo ni rogarle que decelere.
Soy yo quien debe aflojar.