Hace algunos años un estafador decía pleno de orgullo:
“No me arrepiento de lo que hago,
Mi conciencia está tranquila.
Aquel a quien estafo,
Es si cabe, peor aún que yo.
Yo finjo ser un desvalido
Y él no duda en tratar de aprovecharse.
Yo le digo… Esto no es legal, pero todo el mundo lo hace.
No hago más que lucrarme de la avaricia ajena.”
Suena real, creíble, talmente se auto exime de culpa.
Otra es la realidad:
Este sujeto vivía y probablemente aún vive,
Parasitando al prójimo.
Afortunadamente la ley le persigue, condena y captura.
No se absuelve el pecado
Fijándose en el del prójimo.
Nunca tendrá limpia su conciencia
Quien parasita a sus semejantes.
Es una pena que las víctimas de la estafa
No denuncien por miedo a ser juzgados
Como aquel que les estafó.
O simplemente por la vergüenza
Que les dicta la conciencia
De la cual carece quien les privó de sus bienes.
Imagen procedente de:
http://www.millonariosonline.com/wp-content/uploads/2011/01/estafa_marketing.jpg
3 comentarios:
Cuánta razón tienes.
TK.
Eso es total cierto, en la estafa como en otros defectos del ser humano hay dos pecadores, el que estafa, y el que se deja estafar. un abrazo. Judith
Muchas gracias Nicole, siempre me apoyas, gracias tambien a ti Judith. He visto en muchas ocasiones como la codicia espolea al incauto y la vergüenza deja impune al culpable.
Publicar un comentario