Los ojos no mienten y el corazón llora.

Dejarte sería arrancarme las entrañas.

pero a ello nos vemos obligados:
a separar llegados este punto nuestros caminos

y lo veo con los ojos de la sensatez.

Esa que me enciende una especie alarma roja cerebral,

la que prefiero ignorar cada vez que oigo tu voz,

mi mejor instinto.

Esa que conozco y reconozco a última hora,

cuando mi boca pronuncia: -Se terminó.
Pese a tu dolor y al mío.
Que esta vez es distinto
pero acabará igual.

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